lunes, 1 de agosto de 2011

Italaque, tierra de costumbres ancestrales y cuna del siku

Fuente: Periódico Cambio

Es costumbre cada 16 de julio, durante la fiesta de la Virgen del Carmen, bajar la cuesta de Huallpacayo (pata de gallina) hasta el pueblo de Italaque, a 241 kilómetros de La Paz, danzando junto a los sicuris.

La danza es de un andar lento, majestuoso, presumiblemente una reminiscencia de los pasos de la corte cuando alguien se acercaba al Inca o a sus soberanos.

El viento andino sopla música en Italaque y con él, remontando la escarpada de las montañas del altiplano paceño, se oyen los sones del sicuri que robustos pulmones arrancan a la zampoña.

El sicu es una melodía de pueblo adentro, la más autóctona que aún sobreviv e en la vastedad de la aridez altiplánica.

Cuenta la leyenda que un anciano cortó un tallo de cebada para calmar el llanto desconsolado de un niño con los sonidos del viento, así nació la zampoña.

Italaque se encuentra en el municipio paceño de Mocomoco. Es un cantón formado por 18 comunidades y pertenece a la provincia Camacho del departamento de La Paz.

Durante la emancipación, la provincia Camacho fue escenario de duras batallas de famosos guerrilleros precursores de la independencia. Buena parte de la población se sumó a las filas del cura Ildefonso de las Muñecas. El cerro Hualpacayo fue la fortaleza para la resistencia de los realistas que tuvieron que retroceder hasta La Paz.

Esta provincia lacustre, ubicada en la costa norte del lago Titicaca, presenta amplios totorales con gran cantidad de flora y fauna, además de actividades agrícolas y rurales desarrolladas especialmente por habitantes de origen aymara.

De acuerdo con datos oficiales, la tierra donde hoy se encuentra Italaque se llamaba Usata, nombre con el que se conocía a esta población a la llegada de los españoles. El cantón acogía a ocho ayllus indígenas. El virrey Toledo, en su visita general por el Perú en 1570, lo registra y documenta como pueblo tributario a la Corona Española.

En los cerros aledaños a Italaque aún se pueden observar lo que fueron las terrazas agrícolas de cultivo en la época de los incas. En lo alto de uno de los picos se pueden observar todas las comunidades que rodean el cantón, donde se han encontrado restos de lo que se cree fueron establecimientos de almacenamiento de productos que eran trasladados luego al Cusco como ofrendas y pagos al Inca.

El cantón Italaque es una tierra de costumbres ancestrales, cuna del siku y de excelentes autores, intérpretes y compositores de música autóctona denominados, a sí mismos, como sicuris de Italaque, pseudónimo que adquirió fama en nuestro medio, dentro y fuera del país.

Los sicuris de Italaque son originarios del sector del altiplano, que se encuentra en la provincia Camacho del departamento de La Paz.

La música de sicuris se desarrolló en el ayllu Taypi, especialmente en la comunidad Ayca, que tiene influencia sobre otras zonas aledañas. De estos pueblos, en virtud a festivales folklóricos, la música llegó a las ciudades, donde tuvo buena acogida entre los extranjeros.

Las melodías se interpretan por zampoñas que son construidas de carrizos de diferentes tamaños. Se trata de un instrumento musical que se toca individualmente y al que los expertos le arrancan ritmos de huayños, marchas, saras, dianas y música religiosa, especialmente en la fiesta de la Virgen del Carmen.

Los grupos que tocan zampoñadas se llaman sicuri, que es una palabra aymara que significa “tocador de zampoña”.

La música se ejecuta con prestancia y parsimonia elevada, soplan los sikus sostenidos con una mano, mientras que con la otra se golpea el bombo. Los sikus recogen el ulular del viento en el atardecer invernal para deleitar con su melodía.

La música es interpretable en época seca, sin embargo la presencia de los sicuris sirve para realizar festejos: el nacimiento de un niño, la muerte de un campesino o en festividades del Señor de la Cruz, Corpus Christi y Todos Santos.

Es costumbre en la fiesta del 16 de julio, en devoción a la Virgen del Carmen, realizar una entrada desde la cumbre de Huallpacayo hasta el pueblo de Italaque, bailando al ritmo de los sicuris.

SAN MIGUEL, MONUMENTO NACIONAL

Uno de los atractivos que posee Italaque es el templo de San Miguel, declarado Monumento Nacional, que fue construido en 1596, el mismo año que se fundó el pueblo.

La portada de la iglesia es de arquitectura virreinal de piedra tallada, arco de medio punto flanqueado por dos pares de columnas talladas. Lo original de esta portada, de estilo “barroco-mestizo”, son las columnas que descansan sobre plinto común decoradas con cabezas a ambos lados de la portada.

Los personajes de la parte inferior tienen un tocado con tres plumas y bigotes. El conjunto de motivos es de catorce figuras o cabezas talladas, denominadas quenallatas, en honor a los caciques Quenalla, y en la intersección de las dos figuras superiores se halla una imagen pequeña de San Miguel.

Esta iglesia colonial, que fue edificada bajo la arquitectura virreinal, tiene una gran importancia en el turismo local. También el pueblo conserva sus calles empedradas que data de la época de la Colonia.

Esta iglesia se incendió el 16 de julio de 1957, en vísperas de la fiesta de la Virgen del Carmen. Un año después se bosquejó el proyecto para la reconstrucción del nuevo templo.

Otra de las culturas que tuvo gran influencia sobre Italaque fue la de los españoles, quienes como mecanismo de colonización y asentamiento en estas tierras, adoptaron ciertas formas de administración y gobierno establecidas en el incario.


DANZAS

Italaque no sólo es sikus, también posee danzas que son un patrimonio de la región como los auki aukis. De carácter ceremonial y origen solemne, que con la conquista fue variando su atuendo y sentido, adquirió con el tiempo un tono burlesco a la ancianidad, al parecer, de los españoles.

Su origen de solemnidad estaba enfocado como expresión ceremonial propia de los príncipes aymaras. Esta danza fue, antes de la conquista, una práctica de la nobleza anciana y de las autoridades jerárquicas mayores.

Originariamente, la danza era practicada sólo por varones; sin embargo, con posterioridad, fueron incluyéndose a mujeres y a taykas (mamás o señoras).

En la ejecución del baile avanzan los danzantes en dos filas, en posición agachada, con una gran joroba y barba, golpeando el suelo con el bastón a cada tres pasos, donde luego mueven las caderas tambaleándose. La otra mano agarra la parte lumbar, acusando un cansancio.

El bastón le sirve, asimismo, de instrumento para golpear a su compañero o proferir amenazas. A menudo el baile termina rompiendo filas en pelea y desbande.

La danza es acompañada por flautas traversas, denominadas phalas y bombos. Las phalas son elaboradas con diferentes materiales, pero predomina la caña, aunque también existen de madera, de plástico y de metal. Tiene siete orificios, de los que seis son para digitar y uno sirve de boquilla.

PINQUILLADA

La pinquillada se hace presente en diferentes festividades comprendidas dentro del jallupacha o tiempo de lluvia, entre ellas el 2 de febrero (Virgen de la Candelaria), 3 de mayo (Fiesta de la Cruz), así como en otras festividades y aniversarios como el 24 de junio y 16 de julio. También en Domingo de Tentación, Fiesta de Comadres, Anatas y aniversarios.

La pinquillada es conocida como la danza que da la bienvenida a las flores y los nuevos frutos. En algunas comunidades se protege a los cultivos de las heladas (juiphi) con fogatas (qachwiris) y pinquillada. También se organizan para bailar en la fiesta de comadres, que coincide con la qillpha o willkiña, consistente en marcar las orejas de los animales.

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